Dejémonos ser labrados…

El gran escultor, pintor y arquitecto renacentista, Miguel Ángel, quien además de pintar la Capilla Sixtina, tiene obras extraordinarias de esculturas en tallado de mármol. Entre sus más destacadas obras está “El David” y “La Piedad”. Miguel Ángel decía qué para hacer estas esculturas, antes de comenzar, el veía en la gigante pieza de mármol una figura ya existente. Entonces su trabajo no era labrar hasta formar una figura, sino y que el simplemente liberaba la figura ya existente que estaba atrapada dentro de la pieza de mármol.

Pensemos en nosotros mismos como gigantes piezas de mármol sin labrar. Dentro de cada pieza, dentro de cada uno de nosotros, existe un ser perfecto, un ser con infinito potencial. El proceso del tallado del mármol es como la meditación. Cuando diario meditamos, poco a poco nos vamos liberando de todo lo que no nos es útil y de todo lo irrelevante de nuestras vidas. Poco a poco nos vamos liberando de esa pieza gigante y entonces nos convertimos en “El David”, en la escultura más perfecta que hay. Es decir, en nuestra mejor versión, en nuestro ser más perfecto, nos convertimos en un ser con infinito potencial.

Cuando regresé de India después de mi entrenamiento como maestra, le pregunté a una amiga si me veía diferente, si me veía cambiada. Ella me respondió que no sentía que había cambiado, que más bien me había convertido más yo que antes. Era como si me habían labrado y había salido la Isabel más real que nunca.

Entre más y más nos sumergimos en esta hermosa practica se van cayendo todas esas piedras o estreses, dolores o memorias irrelevantes de nuestra vida. A su vez salimos, salimos en todo nuestro esplendor y perfección. Salimos de la misma manera que salieron las esculturas de Miguel Ángel. Una vez que empezamos a liberarnos de la piedra, empezamos a sacar todo nuestro potencial, empezamos a brillar. Y ahí es cuando entonces realmente tenemos la libertad de ser quien somos y de experimentar la vida desde un lugar de paz y felicidad absoluta.